Los primeros indicios del movimiento son manifestados en el vientre materno, a través de las “pataditas, que si bien constituyen el saludo: “Hola mamá, acá estoy”, también, representan los primeros ejercicios para, en su momento, aplicarlos a la acción de caminar.

El juego constituye la manifestación espontánea y el modo peculiar de satisfacer la necesidad de movimiento para lograr la comprensión progresiva de la realidad.
El movimiento y el juego en conjunto tonifican el sistema nervioso, lo que contribuye el desarrollo de los músculos y huesos; a la mejora del funcionamiento del corazón, de los pulmones, del aparato digestivo y excretorio y a la composición de la sangre y el metabolismo.
En un inicio, el juego en el niño y la niña es eminentemente corporal y sensorio motor, logra así su dominio motor, la estructuración del espacio, el conocimiento y la comprensión progresiva de la realidad.
El juego en los primeros años es libre, espontáneo y con movimientos repetitivos. En estos movimientos se puede observar una progresión.
En un principio, ejercita sus manos, hacia los tres meses y medio pone ya en función todo su brazo y, con movimientos bruscos, busca placer en hacer sonar los cascabeles o sonajas colocadas en las barandas de su cuna, naciendo, desde ya, los juegos de exploración y manipulación: exploración de su cuerpo y el de otros (de sus padres, familiares y personas allegadas) y manipulación de todo aquello que esté a su alcance.

Vemos así como la psicomotricidad se consolida en interacción con el desarrollo del juego en los niños y la exploración con materiales lúdicos (juguetes y objetos con los que el niño juega). Ps. Micaela Cáceres Vásquez
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